Integración y respeto a las culturas: ¿dónde encaja la tolerancia?
Todos sabemos los dramas personales que causan la emigración. Algunos porque los hemos padecido, otros porque se lo han contado, o porque lo han visto en los demás. Emigrante es todo aquel que debe cambiar su lugar de residencia de origen en busca de trabajo o porque las condiciones se le han vuelto inhabitables allí. Es el caso de los refugiados políticos, pero también el de los que en su lugar de nacimiento no encuentran trabajo. Eso ocurrio en España en los años sesenta. Se cree que unos dos millones y medio de españoles ingresaron en el mercado laboral de Inglaterra, Francia, Suiza, Italia, pero sobre todo Alemania. Todos los que pudieron, volvieron lo antes posible. Algunos otros, se adaptaron a los países de acogida y allí siguen ellos o sus descendientes. Recuerdo una anécdota que me contó uno de estos emigrantes a Alemania: en una ocasión un amigo suyo mató a un pájaro de un tiro, pues era un cazador empedernido. Le expulsaron del país a los tres días, sin contemplaciones. No recuerdo bien la argumentación jurídica, pero no entro a valorarla: el emigrante estaba en un país donde había otra cultura, y si no la respetaba, se le echaba. Cuando yo fui emigrante en Inglaterra oí en más de una ocasión la frase de if you don't like it, go to your own country (si no te gusta, vete a tu país). Es cierto que si coincidíamos muchos españoles, hablábamos en español, pero a mí eso no me gustaba mucho, pues eso era descortés con los ingleses que había allí, que al fin y al cabo estaban en su país. Ahora se presentan muchos casos de desacato a la cultura y a la ley de los países que acogen a emigrantes. Esta mañana en la radio he oído comentar un crimen de un personaje de uno de los países del Este, que invadió una residencia particular, asesinó a una familia completa, y se llevó los ahorros de la hucha de la niña, que era el único dinero que había en la casa. Ese asesino, juzgado hace años, cuando salga de la cárcel ya hubiera tenido la antigüedad suficiente en nuestro país para tener derecho a la nacionalidad española con la ley de extranjería que había antes, la del PP. Pero con la de ahora, ya la tiene, puesto que con la sentencia que le condenaba a la cárcel ya podía demostrar que estaba en España en el momento que se puso límite para dar papeles para todos, hace meses. Si ese señor no hubiera delinquido, seguramente hubiera sido expulsado del país por no tener los papeles en regla... Lo cual nos lleva a pensar que nuestra tolerancia no nos puede llevar a dar la vida para que los de fuera se queden en nuestro país. ¿Qué hubiera pasado con el que mató al pájaro en Alemania, si en lugar de un animal, hubiese asesinado a una familia entera? Lo civilizado, a mi entender, no es tolerarlo todo, pues al igual que al español del pájaro se le permitía hacer lo mismo que hacen los alemanes, pero no lo que haría en su casa, en una cultura extraña para ellos, sino que lo civilizado es integrar en la propia cultura al que llega de fuera. Los españoles residentes en Alemania nunca pensaron en celebrar corridas de toros en Colonia o Bonn. ¿Por qué esa proliferación de mezquitas en nuestro país? Por lo tanto, el límite de la tolerancia, que debería en teoría sobrepasar, ir más allá de los límites de los demás, no puede, no obstante permitir que la exagerada filoxenia nos lleve a situaciones insostenibles y absurdas que pueden implicar la renuncia a nuestra cultura, nuestra hacienda o nuestra vida.