Los límites de la tolerancia

miércoles, septiembre 23, 2009

Miedo a innovar.

Ayer los mal llamados Padres de la Patria desaprovecharon una oportunidad histórica para legalizar y regular la prostitución.

Una señora de buen aspecto, en este país, puede seguir ganando dinero, varios miles de euros cada día, sin tener por ello que pagar ni un solo duro a Hacienda, mientras que un modesto mileurista tendrá que pagar una parte abusiva de su modesto peculio para que este gobierno (y los demás que le precedieron, y presumiblente los que le sucederán) se lo gasten en cosas que no les hacen falta ni a ellos ni a nosotros.

Hace tiempo que conocí a una muchacha que se ganaba la vida por medios no muy ortodoxos, aunque no era prostituta, sino que compraba y vendía cosas. Una vez le pregunté que si no tenía miedo a que le hicieran una inspección de Hacienda y le encontraran todo ese dinero en su casa y que qué diría. Y me sorprendió su razonamiento: Pues les diría que soy puta, y que me digan cómo hace el IRPF una puta, que yo quería pagar, pero que no me dejaban.

Pero aparte de la vertiente tributaria, que es importante, hay otra vertiente de injusticia: no se las considera trabajadoras, al igual que a las señoras de la limpieza, porque a diferencia de estas, trabajan no sólo con las manos, sino con otras partes de su cuerpo. Este ostracismo de la actividad laboral de las que viven de su cuerpo se comprendía (que no justificaba) en una sociedad dominada por la moral católica y por el regresismo más puro de la sociedad española. Pero en una sociedad que se dice progresista, capitaneada por un Presidente y un Gobierno que legalizaron las bodas de los homosexuales, no se entiende esta resistencia a legalizar lo que desde que el mundo es mundo ha sido una actividad laboral útil para toda la sociedad.

Creo que el gobierno no ha hecho los deberes. Y el congreso tampoco. Nos deben una.

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