Los límites de la tolerancia

miércoles, septiembre 23, 2009

Miedo a innovar.

Ayer los mal llamados Padres de la Patria desaprovecharon una oportunidad histórica para legalizar y regular la prostitución.

Una señora de buen aspecto, en este país, puede seguir ganando dinero, varios miles de euros cada día, sin tener por ello que pagar ni un solo duro a Hacienda, mientras que un modesto mileurista tendrá que pagar una parte abusiva de su modesto peculio para que este gobierno (y los demás que le precedieron, y presumiblente los que le sucederán) se lo gasten en cosas que no les hacen falta ni a ellos ni a nosotros.

Hace tiempo que conocí a una muchacha que se ganaba la vida por medios no muy ortodoxos, aunque no era prostituta, sino que compraba y vendía cosas. Una vez le pregunté que si no tenía miedo a que le hicieran una inspección de Hacienda y le encontraran todo ese dinero en su casa y que qué diría. Y me sorprendió su razonamiento: Pues les diría que soy puta, y que me digan cómo hace el IRPF una puta, que yo quería pagar, pero que no me dejaban.

Pero aparte de la vertiente tributaria, que es importante, hay otra vertiente de injusticia: no se las considera trabajadoras, al igual que a las señoras de la limpieza, porque a diferencia de estas, trabajan no sólo con las manos, sino con otras partes de su cuerpo. Este ostracismo de la actividad laboral de las que viven de su cuerpo se comprendía (que no justificaba) en una sociedad dominada por la moral católica y por el regresismo más puro de la sociedad española. Pero en una sociedad que se dice progresista, capitaneada por un Presidente y un Gobierno que legalizaron las bodas de los homosexuales, no se entiende esta resistencia a legalizar lo que desde que el mundo es mundo ha sido una actividad laboral útil para toda la sociedad.

Creo que el gobierno no ha hecho los deberes. Y el congreso tampoco. Nos deben una.

martes, junio 09, 2009

Ricky

La primera vez que lo vi no pude reprimir un sentimiento de miedo y de respeto, ante su mirada escrutadora y severa. Se me acercó, me observó por todas partes, dio vueltas a mi alrededor, y se fue a sus aposentos. En lo sucesivo no me atreví a entrar en su casa hasta que le sabía en su cuarto, del que no salia hasta que yo me había ido. Pero una mujer me acercó a él. Alicia es toda espontaneidad y extroversión. Cuando conoció a Ricky, rió con él, le hizo carantoñas, y hasta le acarició la cara, haciéndole reír. Con ella estaba su nieta, que se le acercó con menor timidez que yo, pero menos desenvoltura que su joven abuela. Él vive en un verdadero palacio de 280 metros cuadrados, con su señora. Tienen una piscina en forma ovalada que yo todavía no he probado, pero sí las Alicias, abuela y nieta, que contaron con la anuencia de él, que no cesó de dar vueltas a su alrededor mientras estuvieron en el agua, ayer por la tarde. Poco a poco he ido perdiendo la prevención que me inspiraba, y ahora soy yo el que le dice dónde, cómo y cuándo puede moverse por su casa. Porque Ricky es un buen perro. Un hermoso ejemplar de la raza dálmata, tan bello que parece hecho de porcelana.

lunes, junio 01, 2009

El Síndrome de Babel

Conclusiones sobre una enfermedad social

Como sabemos todos, sindromé significa en griego concurso, y es una palabra que se utiliza en medicina para definir al conjunto de síntomas que caracteriza a una enfermedad, de modo que definiendo cada uno de ellos, se puede definir la enfermedad en cuestión. Yo les voy a hablar del síndrome de Babel, enfermedad social clasificada entre las neurosis por el psicólogo suizo Claude Pirón.

Pero, ¿por qué de Babel? Veamos lo que nos dice sobre esta palabra el Libro de los libros, es decir, La Biblia. En el capítulo 11 del Génesis, versículos 1 a 9 leemos:

Toda la tierra tenía una sola lengua y unas mismas palabras. Sucedió, pues, que al emigrar del Oriente encontraron una llanura en la región de Sinaar y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: ea, hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego. El ladrillo les sirvió de piedra y el asfalto de argamasa. Después dijeron: Edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide esté en los cielos, y nos crearemos un nombre para no dispersarnos sobre la superficie de toda la tierra. Entonces bajó Yaveh para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres, y Yaveh dijo: he aquí que todos ellos forman un solo pueblo y tienen una sola lengua y éste es el comienzo de su empresa. Ahora, pues, nada les detendrá de ejecutar todo lo que proyecten. Bajemos, pues, y allí mismo confundamos su lengua para que no se escuchen unos a otros. Y desde allí Yaveh los dispersó sobre la superficie de toda la tierra y cesaron de edificar la ciudad. Por esto se le llama con el nombre de Babel, porque allí confundió Yaveh la lengua de toda la tierra, y de allí los dispersó Yaveh sobre la superficie de toda la tierra.

Esto es lo que nos dice La Biblia, la verdad absoluta para mil millones de seres humanos. Sin embargo, cualquier sacerdote de hoy en día diría que esto no se debe tomar al pie de la letra, pues es un lenguaje figurado, apropiado para la mentalidad semítica, para la que fue escrito originalmente. Consideremos, pues, este relato desde cuatro puntos de vista; veamos brevemente cuatro interpretaciones diferentes:

  1. Un teólogo: «Dios, simbolizado por el Cielo, llama al hombre ante sí. Pero Dios es amor, sencillez, afecto, comprensión, unión en el respeto a las diferencias. El hombre tiene una vocación que le impulsa hacia lo más alto, pero no puede realizarla más que con un espíritu de orgullo o rivalidad (los comentaristas consideran generalmente que los hombres quieren obtener el Cielo, no para descubrir a Dios y tratar con Él en un clima de afecto recíproco, sino para ocupar su lugar). Si el hombre se deja encandilar por esas tentaciones, pervierte su vocación e introduce la discordia, pues Dios es la concordia».

  2. Un Marxista: «El mito de Babel revela la fuerza de la unión y el miedo que tienen de ella los que han tomado el poder y se han puesto por encima de los otros. El «Señor» representa aquí a las clases explotadoras que tiemblan al ver que la unión de las clases explotadas amenaza con provocar una inversión del poder. Como lo que temen es la unión, las clases dirigentes crean la confusión. Por medio de sus manipulaciones y desinformaciones impiden unirse a las fuerzas liberadoras. El idioma forma parte de la superestructura, es un arma, como demuestra la función de discriminación social que ejerce la ortografía en Francia, las diferencias de pronunciación en Inglaterra, el empleo de las lenguas en el mundo. ¿Es casualidad que los que saben inglés en España no pertenecen nunca —por así decirlo— a la clase obrera, al proletariado? El mito bíblico es una manipulación destinada a mantener a las fuerzas productoras en la resignación, abajo, con una amenaza: si intentáis llegar al nivel dirigente, sembraré la confusión en vuestras filas y os sentiréis ridículos».

  3. Un capitalista: «Este relato expone bajo una forma mítica lo absurdo que es querer llevar a los hombres al paraíso en la tierra, como han querido hacer los comunistas. Si se lanza uno a una empresa ambiciosa sin un estudio previo, sin análisis de la relación eficacia/coste, llega un momento en que hay que dar marcha atrás: la incomprensión y las disensiones se instalan entre los que invierten sus fondos o competencias y los que han creído poder ignorar las leyes de la realidad. El cielo no es un techo que una torre pueda alcanzar. La Unión soviética de ayer ilustra este mito, ha pretendido llevar a la gente al mañana que cantan sin tener en cuenta las realidades humanas y económicas. Resultado: el tejido social se ha desgarrado. Los habitantes de este antiguo gran país ya no hablan el mismo idioma y la construcción se detiene, en una confusión increíble».

  4. Un psicoanalista: «¿La Torre de Babel? Eso está relacionado con el Complejo de Edipo. La erección de una torre..., sabemos de qué proviene. El muchacho quiere alcanzar el (séptimo) cielo que conocen su padre y su madre. La confusión es lo que siente cuando se imagina cogido por su padre en flagrante delito. [...] De golpe la erección de la torre se interrumpe. En el fondo la historia de Babel tiene conexión con los fantasmas de la castración. Si se intenta erigir una torre para llegar al placer del cielo ...¡zas! «Él» nos la corta, porque somos culpables. Puede que por eso a las chicas se les da mejor los idiomas que a los chicos. Ellas no se sienten rivales de un padre peligrosamente potente».
Ya hemos visto de dónde viene el nombre de la enfermedad. Ahora vamos a describirla. Es una enfermedad social, es decir, no la padece una persona individual, sino la sociedad entera, aunque esté compuesta por individuos completamente sanos en su totalidad. El caldo de cultivo de esta enfermedad lo forman una serie de factores a los que no son ajenos el lugar común, la desinformación crónica, la falta de debate serio y sosegado, así como la delegación inveterada de la opinión propia en la de los expertos más o menos profesionales.

Pero primero describamos los síntomas a los que he aludido antes, y luego describiremos someramente los intentos de tratamiento y curación de esta extraña enfermedad social.

  • Primer síntoma: No hay problema en el mundo de hoy. El problema de comunicación se resuelve con el inglés.
  • Segundo síntoma: la traducción y la interpretación son eficaces. Eso justifica lo que cuestan.
  • Tercer síntoma: Aunque los gobiernos dediquen a Babel unas cantidades milmillonarias de pesetas que podrían curar el analfabetismo o la salud o el hambre de sus pueblos respectivos, ello no es censurable, porque no tienen más remedio que hacer eso.
  • Cuarto síntoma: No es importante el inconveniente de permitir que unos utilicen una lengua a la perfección y a la vez impedir que los demás tengan esa facilidad.
  • Quinto síntoma: las lenguas que se enseñan en nuestras escuelas e institutos de secundaria se aprenden a la perfección, o al menos a un nivel más que suficiente.
  • Sexto síntoma: ambién se pueden aprender las lenguas extranjeras fuera de los centros de enseñanza reglada. Todo es cuestión de ponerse manos a la obra. El que no aprende inglés es porque no quiere.
  • Séptimo síntoma: la enseñanza de las lenguas extranjeras en nuestros centros secundarios da acceso a una cultura extranjera.
  • Como muchas otras enfermedades mentales, el Síndrome de Babel comporta un delirio. En lugar de percibir la realidad, la sociedad se complace en lo imaginario, como lo demuestran estos síntomas que acabo de enumerar.

    Si el problema se hubiera resuelto con el inglés, ninguno de los que estamos aquí reunidos, que hemos superado unos estudios secundarios llenos de inglés, tendría ningún problema para seguir una película en dicho idioma, e incluso esta misma conferencia se podría continuar en inglés, sin menoscabo de la comprensión por parte de ninguno de Vds. Sin embargo, mi experiencia de veinte años como profesor de inglés me ha demostrado que esto no es precisamente lo habitual. A mí me encanta el inglés, tanto que un día decidí dedicar mi vida entera a enseñarlo, decisión que no he lamentado jamás. Si el español es mi madre, digamos que el inglés es mi tía, mi tía rica que me da de comer, que me da acceso a una cultura maravillosa donde conviven Shakespeare, Dickens, las hermanas Brönte, Hume, los Beatles, Agatha Christie, la gente que se conduce por la izquierda, y por otra parte me relaciona con los diestros, los americanos del American Way of Life, de la Libertad, la economía de mercado, del In God we trust, el honor, Hollywood y sus premios Óscar, Dashiel Hammet, el mundo de las comunicaciones digitales y tantos otros beneficios que sería tan largo enumerar. O sea, que el inglés me ha convertido en un súbdito ejemplar del Imperio del Sol Poniente. Dicho sea sin acritud ni cinismo alguno. Pero la ética más elemental me lleva a no engañarme ni a mentir a los demás. Si esa metafórica tía a la que he aludido antes y que tantos beneficios me da no es hermosa o se porta mal, sería vil que yo intentase convencer a alguien de lo contrario. Me limitaré a confesar que los alumnos que terminan COU en nuestro país sin haber realizado ningún curso de inmersión en Estados Unidos o Inglaterra por lo general están muy lejos de poder componer un discurso o una redacción inteligibles en inglés. Lo mismo pasa en Francia, en Italia y otros países europeos, con la notable excepción de Alemania, de Holanda y de los países escandinavos. Y la razón está en primer lugar en la proximidad lingüística entre los idiomas naturales de esos países y el de Inglaterra. Si en nuestros institutos se impartiese el italiano o el portugués durante esos siete años, seguramente la inmensa mayoría de nuestros estudiantes, que no son más torpes ni están atendidos por profesores más incapaces que los de otros países, podrían elaborar ensayos o sostener debates en esa segunda lengua aprendida en la enseñanza secundaria. Pensemos que cuando era el francés la segunda lengua de todos los españoles, hace no tantos años (en Murcia en concreto hace de esto menos de veinte años), la competencia lingüística adquirida por los estudiantes de bachillerato a través de métodos más anticuados y menos eficientes que los actuales, era superior, como lo demuestra mera existencia de una prueba oral en aquellos exámenes llamados de Madurez para acceder a la Universidad, substituidos ahora por los de Selectividad, más descafeinados..

    No, la causa de esta pérdida de competencia lingüística en nuestros bachilleres hay que buscarla en el inglés mismo. Consideremos los siguientes aspectos:

    1. Un batiburrillo de expresiones poco claras. El escritor George Steiner decía de sus alumnos extranjeros que habían alcanzado un claro dominio del inglés: so much that is being said is correct, so little is right (tanto se dice correctamente, tan poco es adecuado). Para los anglófonos el inglés de los extranjeros que lo dominan parece pedante, pobre, artificial y complicado, porque donde los extranjeros utilizan palabras largas y cultas, ellos usan una multiplicidad de monosílabos. Así, en lugar de despise (despreciar), los anglos dicen look down on; en lugar de to occasion (ocasionar), ellos prefieren to bring about; en lugar de let him say everything he wants (que diga lo que quiera), ellos dicen let's hear him out; en lugar de compensate (compensar), los aborígenes del inglés dicen make up for; en lugar de I'll have to tolerate his presence (tendré que tolerar su presencia), prefieren decir I'll have to put up with him. Pero make up además de compensar puede significar también tomar una decisión, como en la frase he's made up his mind to stay in (ha decidido quedarse dentro), y también puede significar ponerse maquillaje (I've made up my face to go out: me ha maquillado para salir). No es exactamente el problema de la polisemia, porque no es una sola palabra la que presenta diferentes significados, sino todo un grupo de palabras.

    2. Vocabulario inmenso. En español y en general en las lenguas europeas somos más económicos con el número de las palabras que usamos coloquialmente. En nuestro idioma la palabra grande expresa una idea que viene abarcada en inglés por big, large, tall, great, grand, important,... Esto proviene de que la fuente léxica del inglés proviene del germánico y del romance. Eso ha causado pares de palabras que se usan donde nosotros utilizamos sólo una. Este referido a lugar geográfico, es diferente según nos refiramos a Europa (Eastern Europe) o a África (East Africa). Confundirnos equivale a extender nuestra tarjeta de visita de extranjero ante un inglés. Igual ocurre con inevitable/unavoidable, brotherly/ fraternal, liberty/freedom, buy/purchase, read/peruse, eastern/ oriental, beef/cow. Otro ejemplo: de diente provienen dental y dentista. En inglés la palabra original es tooth (con cuyo plural irregular, teeth, no nos vamos a meter), pero el experto en dientes no es toothist, sino dentist: es decir, dos palabras donde en los demás idiomas hay sólo una y sus derivados. Un japonés parte también de ha (diente) y de isha (médico) para formar haisha (dentista), y encuentra igualmente de mal gusto que se le imponga en la escuela una lengua que le exige un desperdicio tan grande de memoria.

    3. Fonética delicada. El inglés se parece cada vez más a la lengua de los antiguos egipcios, que se escribía de una forma que nada tenía que ver con lo que se oía. En todas las lenguas de Europa se sabe cómo va a sonar una palabra desconocida cuando se la ve por primera vez correctamente escrita. Sin embargo, fonéticamente nada diferencia a beet (remolacha) de beat (golpe o pulso), sólo esa a o segunda e. Pocos extranjeros no especialistas saben pronunciar o entender la diferencia sonora entre ship (barco) y sheep (oveja), sobre todo cuando se les habla deprisa. Para no cansarles, les diré que en inglés se utilizan doce vocales diferentes allí donde los demás pueblos usan cinco. Y lo grave es que los ingleses escriben las doce vocales con sólo cinco signos, igual que nosotros. Así, resulta que la e suena e en bed, get y sell, pero suena i en evening, complete y cinema; la u suena a en sun, iu en useful, y u en bull. Y todo esto en inglés del bueno. Pero abundan las formas dialectales, legítimamente utilizadas por los naturales de los países anglófonos, donde nos pueden obsequiar con frases como 'm gonna say no nothing que nos hacen dar la razón a Henry Higgins cuando se preguntaba why can't the English talk proper English?

    4. Usos inesperados del inglés. He aquí un joven licenciado en lenguas modernas por su universidad europea que saca una oposición de intérprete simultáneo en las Naciones Unidas, que como todos nosotros sabemos, tiene su sede en Nueva York. Nuestro joven va orgulloso a tomar el autobús, y al llegar a la parada ve con preocupación un cartel que dice No standing (prohibido estar de pie). Pero no ve ningún asiento cerca, y supone que no se debe sentar en el suelo hasta que llegue el autobús. Se dedica, disciplinadamente, a darse paseos hasta que llega el autobús. En su centro de trabajo le explican, con guasa, que en América no standing significa no parking (prohibido aparcar). Pero más trágico fue el caso de aquel escolar japonés de 16 años, que va a Estados Unidos de viaje de fin de estudios, y al que un guarda jurado toma por lo que no es. Le chilla Freeze! y el zagal, ignorando porqué un señor mayor quiere que se congele, sigue su camino..., hasta que la bala del guarda le destroza el corazón. Porque resulta que allí Freeze! es el equivalente del antiguo ¡Alto o disparo! de infausta memoria en nuestro país.

    5. Gramática vaporosa. En inglés no existe ni el género ni el número en los adjetivos, y esto es algo que agradecemos cuando lo estudiamos, máxime si lo comparamos con las desagradables flexiones del alemán o del ruso. Pero luego nos hablan de our English teacher y no tenemos claro si nos están hablando de un profesor de inglés nacido en España, o de un profesor de lo que sea nacido en Inglaterra... Más preocupante es que cuando nos ordena el médico que hagamos short breathing exercises no sepamos si se trata de ejercicios cortos de respiración o ejercicios de respiración corta. Los ingleses seguramente lo distinguen por el contexto, pero ellos son nativos. Nosotros también somos nativos, pero de otra cultura de la que debemos sentirnos orgullosos. No nos resuelven el problema de Babel los ingleses, no.

    Pero las nuevas tecnologías nos impelen —me dicen algunos amigos— a aprender inglés. Si sabemos inglés, entenderemos mejor los ordenadores y los manejaremos con mayor eficacia. Entender cómo funcionan los ordenadores de verdad significa entender el código máquina, o sea, el lenguaje de los ceros y unos y no el inglés. Y tampoco sería eso, sino una mera variación de campos magnéticos inscritos en las limaduras de hierro que hay en los discos... Pero sigamos la corriente, asumamos que es cierto, que conviene conocer los comandos o palabras reservadas que utilizan los ordenadores, por ejemplo, en los lenguajes de programación. Y tomemos el que tiene más de ellas, el llamado basic. Si tomamos un buen manual de béisic, veremos que no hay más de ochenta. Dupliquemos este número, y veremos que aún nos faltan 2740 para llegar a las supuestas 3000 que dicen los expertos que bastan para tener una conversación de tipo general con cualquiera. Son palabras, por supuesto, como print, screen, put, list, rem, etc., que tienen traducciones muy exactas al español. Pero esto se ilustra mejor con un pequeño poema que me voy a tomar la libertad de leer a Vds. La autora se llama Anita Raskin, y está sacado de un libro que tiene el título tan prosaico de Antenas de televisión y F.M. (Daniel Santano León: Antenas de televisión y F.M. Madrid 1962, E. Paraninfo):
    I remember, I remember, Yo recuerdo, recuerdo
    In the dear old days gone by, en los queridos viejos días que se han ido
    When a screen was meant to hinder cuando una pantalla dificultaba
    The intrusion of a fly; la invasión de una mosca;
    I remember when antennas Recuerdo cuando las antenas
    Were the things we used to see eran lo que solíamos ver
    Waving gently from the forehead oscilando suavemente en la cabeza
    Of a butterfly or bee; de una mariposa o abeja;
    And I recollect when people Y me vienen a la memoria
    Spoke of snow, and likely meant los que hablando de nieve se referían probablemente tan sólo a esos
    Little flakelets, wet and chilly, copos húmedos y fríos
    Swirling Whitely in descent. que se retorcían al bajar.
    I remember, I remember Recuerdo, recuerdo
    What those words once meant to me, lo que aquellas palabras una vez significaron para mí.
    Ah! Those dear old definitions ¡Ah! !Aquellos viejas definiciones
    In the days before TV!de los días de antes de la televisión!]

    Pero si no podemos o no queremos aprender inglés a un nivel suficiente para entendernos correctamente con los extranjeros, existe otra solución: la de confiar esta función a unos intermediarios profesionales que llamamos intérpretes o traductores. Se prefiere utilizar la primera palabra para los que vierten las ideas de un idioma a otro en el mismo momento en que lo oyen, y el segundo término se reserva para los que traducen por escrito, con mayor comodidad, tiempo y con la posibilidad de consultar diccionarios y obras especializadas en el tema del texto a traducir. Los intérpretes hacen una labor heroica que no todos están capacitados para realizar, pues hay que escuchar en un idioma y hablar simultáneamente en otro. Eso requiere tener unas facultades especiales, una gran memoria y una flexibilidad mental continuada, sin bajones, durante todo el tiempo que dura la conferencia, discurso, o entrevista para la que se le ha contratado. Eso, naturalmente, tiene un coste. Y ese coste se mide en muchas pesetas. El profesor Pirón, psicólogo, políglota, antiguo profesor de idiomas y traductor de la ONU y de la OMS, que ha recorrido los cinco continentes trabajando de intérprete en diversas conferencias de dichos organismos y psicoterapeuta y profesor de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad de Ginebra (Suiza) nos dice que en 1991 un intérprete ganaba más del equivalente a 85.000 pesetas diarias en una conferencia multilingüe. La Unión Europea emplea a más 570 intérpretes y a más de 2500 eventuales. En 1989 dedicó a interpretación y traducción más de 1400 millones de ECUS, es decir, 243.000 millones de pesetas, cifra que va en aumento cada año que pasa y que pagamos Vds. y yo. Los traductores, por otra parte, tampoco están mal pagados. Por cada palabra traducida se les abona 36 centavos de dólar, aproximadamente cincuenta pesetas. Multiplíquese por los tres millones seiscientas mil palabras que se traducen diariamente, y llegaremos a la aterradora conclusión de que cada día la Unión Europea gasta 175 millones de pesetas sólo en que sus representantes se entiendan. En eso nos gastamos el dinero los europeos. Y no podemos evitar comparar ese gasto con otros más modestos. Como, por ejemplo, lo que cuesta mantener al mes a 70 niños abandonados en Vietnam: 60.000 pesetas, o sea, lo que una traducción de 1200 palabras, es decir, de dos páginas. La lucha contra la desnutrición cuesta sólo diez dólares anuales por cada niño: 27 palabras de un documento de la Unión Europea. Mientras la Unión Europea y la ONU invierten semejantes cantidades en entenderse, en hablar y hacer poco, falta dinero para cosas como éstas: cien millones de niños no van nunca a la escuela; doscientos millones van muy pocas veces, mil millones de personas no tienen cuidados sanitarios; mil setecientos cincuenta millones no tienen agua potable, una persona de cada cinco vive en la miseria absoluta... Pero hay quien defiende que los gobiernos no pueden hacer otra cosa, que los servicios de traducción e interpretación son eficaces y que resuelven problemas. En la Organización de las Naciones Unidas han intentado un método híbrido, que funciona igual de mal que el de la Unión Europea, pero es más injusto, a pesar de que sea más barato. Resulta que en la ONU están representados más de tres mil idiomas, pero la traducción e interpretación se realiza sólo a seis: inglés, francés, ruso, español, árabe y chino. Pero muchas sesiones de trabajo transcurren sólo en inglés y francés por imposibilidad material. Eso quiere decir que sólo los representantes de seis idiomas —en el mejor de los casos (dos en el peor)— podrán jugar en casa. Imaginemos que se obliga a jugar al tenis a una persona con una mano atada a la espalda y con una raqueta pesada contra otra persona más experta, con su raqueta de toda la vida, más ágil y que lleva jugando al tenis desde que era niña. Naturalmente, el público no lo consentiría y se iría, indignado. Sin embargo eso es lo que pasa en la ONU todos los días, donde se ventilan problemas importantes que afectan a la paz mundial. Los vietnamitas, coreanos, keniotas, afganos, ucranianos..., deben confiar en la buena voluntad de los europeos, aunque no siempre se entiendan con ellos en los debates. Evidentemente, la paz mundial es menos importante que un partido de tenis. Lo que necesitamos los habitantes de la aldea global para entendernos de un barrio a otro de este pequeño mundo que se encoge, no es el idioma del vecino más fuerte y prepotente. Todo idioma nacional conlleva una cultura, una filosofía de la vida, una ideología, una actitud hacia los demás. Para que nos entendamos todos lo que necesitamos es un idioma neutral. Pero hay otras consideraciones.En español tenemos una palabra mágica, gracias, que no usamos todo lo que deberíamos. Es en sí toda una frase, que podríamos ampliar, pero sin darle mayor significación: yo te doy las gracias, o te lo agradezco mucho. En inglés se debe decir yo agradezco te (I thank you), en alemán, yo agradezco a ti, en francés yo te agradezco. En realidad las cuatro formas significan lo mismo y desde un punto de vista estrictamente comunicativo debería dar igual utilizar una u otra fórmula cualquiera de ellas. Pero chocamos entonces con mitos, prejuicios y simplificaciones que impiden comprender cómo las cosas ocurren en la realidad. Tomemos un ejemplo contrario a la norma en nuestra lengua, para ilustrar lo que quiero decir. Los verbos españoles se conjugan según tres modelos diferentes, pero en vías de una mayor claridad, asumamos que se utiliza sólo una para todos, como en inglés. Elijamos la segunda conjugación. Conjuguemos el verbo ser: yo sero, tú seres, él sere, nosotros seremos, vosotros seréis, ellos seren. Tomemos el verbo to Be, en inglés: I be, you be, he be, we be, you be, they be. Nos zumban menos los oídos con To Be que con Ser, ¿verdad? Eso se debe a que toda nuestra tradición, el respeto a nuestros ancestros remachado por nuestros maestros cuando íbamos a la escuela, en forma de se dice..., o así no se dice, por la suprema razón, como mucho, de porque sí: toda esa tradición se ha agitado dentro de nuestra mente, consciente o inconscientemente. A los ingleses presentes les habrá pasado algo parecido al oír lo de I be, aunque algo menos, pues en algunas partes del mundo se encuentran estas formas, así como las de gonna, wanna y otras más. Pero hay una lengua en que esta forma no hace zumbar nuestros oídos, porque es la correcta: mi estas, vi estas, li estas, ĝi estas, ŝi estas, ni estas, vi estas, ili estas. Sabiendo que mi, vi, li, ĝi, ŝi, ni, vi, ili son los pronombres personales, y que esti es el verbo ser (to be) ya saben Vds. conjugar el presente de todos los verbos en Esperanto. Por cierto, mi marŝis significa anduve, y mi naĝis significa nadé. Ahora también saben Vds. formar el pasado de todos los verbos en Esperanto. El Esperanto combina lo mejor del inglés —su gramática simplificada— con lo mejor del español —su pronunciación fonética—, pero con ambas cualidades mejoradas, pues no existen las excepciones del inglés, ni los dobletes del español como la b y la v, o z-c, c-k, k-q, ni tiene letras mudas como la h. En español los extranjeros y los niños tienden a cometer fallos como decir periodera en lugar de periodista, engañados por la reincidencia de pescadera, costurera, camarera y tantos otros. En Esperanto tendríamos ¢urnalisto, fiÙisto, servisto, etc. Pero muchas personas reaccionan agresivamente contra el Esperanto, pues les parece que una mayor comunicatividad que en su lengua materna les parece algo así como un atentado a lo más íntimo de su persona. Eso es otra característica del Síndrome de Babel que lo encuadra dentro de las neurosis. El neurótico reacciona violentamente ante palabras clave, o como hemos dicho antes, palabras reservadas. Veamos un ejemplo sacado del libro Foreign Language Annals (anales de lengua extranjera), de M. D. Arabaiza:

    La lengua, como el amor y el alma, es cosa viva y humana, tan difícil de definir; es el producto natural del espíritu de una raza, no de un hombre solo... Las lenguas artificiales son repugnantes y grotescas, como los hombres dotados de piernas o brazos metálicos o que tienen un regulador de ritmo cosido a su corazón. El Dr. Zamenhof, como el Dr. Frankestein, ha creado un monstruo hecho de piezas y de pedazos vivos, y, como Mary Shelley ha intentado decirnos, nada bueno puede salir de ello.
    Dejando aparte la falta de respeto del Sr. Arabaiza hacia los que han tenido la desgracia de perder un miembro en un accidente, o que por enfermedad necesitan un marcapasos, es notable su miedo y su ceguera. No considera en ningún momento la serie de problemas que semejante lengua podría solucionar, la literatura que existe en ella ni las amistades que procura, ni tampoco que posibilita el descubrimiento de otras culturas extranjeras. Se limita a decirnos que es el coco del que tenemos que protegernos. Cae, además, en la falacia de considerar que las lenguas son entes vivos de verdad, y no una mera analogía de los lingüistas para explicarse ciertos fenómenos. Sin embargo, una lengua no es más que una convención de sonidos a los que arbitrariamente se les da un significado. Si las lenguas llamadas naturales tuvieran, en su léxico, algún nexo con la realidad, con los objetos que designan, las palabras coincidirían en todas las lenguas del mundo. Pero resulta que ni siquiera las onomatopeyas coinciden, pues los gallos dicen kikirikí, cokegricó o doodle-doodle-doo según los oiga un español, francés o inglés respectivamente. Sería muy largo comentar aquí las objeciones que se le han planteado al Esperanto en sus más de cien años de existencia, y no tenemos tiempo. Es posible que ahora me planteen Vds. algunas de ellas, aunque esta conferencia no tiene por objeto convencer a nadie de que adopte el Esperanto, sino señalar la presencia de una enfermedad social que debería ser curada no a escala individual, sino social. Y eso se hace, a mi juicio, mediante un debate sossegado y razonado. Pero al igual que antes les recité un poema en inglés, me gustaría recitarles ahora otro en Esperanto, y que juzguen Vds. si efectivamente la lengua Esperanto es más artificiosa (pues artificiales lo son todas) que el inglés. El poema se llama Al la Juda Foririnto, y es de un obrero holandés llamado Leen Deij:

    AL LA JUDA FORIRINTO (Al judío que se fue)
    Li fermis la kofron, manpremis — adiaŭ!Cerró su maleta, mi mano estrechó: ¡adiós!
    Sen ia protesto li iris...HodiaŭSin otra protesta marchó... Hoy
    mi tion komprenas; li povis nur miri,comprendo que sólo se podía preguntar
    ke mi, la kristano, lin lasis foriri. que yo, el cristiano, le dejase marchar
    Kun kapo klinita la kofron li portis. La cabeza inclinada, su maleta portaba
    Li iris la vojon al Auschwitz kaj mortisA Auschwitz fue y allí murió
    sen ia protesto...li povis nur miri,sin otra protesta..., sino preguntar
    ke mi, la kristano, lin lasis foriri. que yo el cristiano, le dejé marchar
    Kaj iam la filo, kun filo parolos,Y si acaso su hijo con el mío hablara
    kaj tiu demandos, la veron li volos. y la verdad quisiera
    La mia silentos..., kaj provos nur miri,el mío en silencio.., no podrá comprender
    ke mi, la kristano, lin lasis foriri.que yo, el cristiano, le dejé desaparecer
    Ni sentis kompaton, kaj monon kolektis,Sentimos piedad, dinero reunimos
    dum kelkaj el ni la infanojn protektis. y entre varios a sus niños protegimos
    Sed Auschwitz ekzistis! Nu, kion plu diri?Pero Bueno..., Auschwitz existió! ¿Qué resta decir?
    ke mi kaj ke vi..., ni lin lasis foriri. Que yo y que tú..., le dejamos morir.

    Leen Deij (Holanda)

    Por último, no quisiera terminar mi conferencia sin leer unas reflexiones de un esperantista nonagenario, Raimundo Laval, para que saquen Vds. sus propias conclusiones:

    ¿Dijiste utopía?

    Algunos intelectuales afirman con suficiencia que una lengua para la humanidad es una utopía. Porque, dicen, cada pueblo tiene un espíritu especial que se expresa en su propia lengua nacional. Por eso no es posible una comunicación auténtica entre las personas de naciones y lenguas diferentes. Según ellos, por ejemplo el pensamiento de un natural del oriente asiático es totalmente impenetrable a un occidental y viceversa: ¿entonces, cómo podrían comprenderse el uno al otro? Incluso usando las mismas palabras, las interpretarían de forma diferente. Al escuchar estos argumentos de peso, me río; y releo las cartas de mis amigos del Extremo Oriente, o los libros de Miyamoto Masao, o una página de El Popola Ĉinio ("Desde China Popular"). Recuerdo aquella conversación fluida con los esperantistas de China, Japón o Indonesia. Al usar nuestro común instrumento de relación mutua nunca experimenté ninguna dificultad de intercomunicación. Me doy cuenta de que expresamos igual los pensamientos y sentimientos, incluso si alguna vez utilizamos cuadros y metáforas diferentes, pero sin embargo comprensibles. El llanto de la mujer japonesa que ha perdido a su hijo en la Guerra del Pacífico o bajo la bomba de Hiroshima es parecido al de la madre americana cuyo hijo pereció en Pearl Harbour, o al de la madre alemana cuyos hijos fueron mascrados en el bombardeo de Dresden o de Hamburgo. La misma sonrisa feliz aparece en los labios de los jóvenes amantes de Pekín o de Moscú. En todas las latitudes y longitudes el cerebro funciona por igual en toda cabeza humana, y el corazón late igual en cada busto humano. En todas partes el cuerpo y el alma reacciona igual al sufrimiento y a la alegría, y encuentra las misma palabras para expresar sus sentimientos y pensamientos. No nos dejemos embaucar por teorías sofistas. Contrapongámosles tranquilamente nuestra experiencia práctica. ¿Dijiste utopía, imposibilidad? Nosotros demostramos el movimiento andando.
    Reproducido de su ubicación original, con permiso de su autor.

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    Yo no soy palestino.

    Yo no soy palestino. Yo no creo en la supremacía de los que hablan mi lengua. Todo otro que no piense como yo también es mi hermano y merece mi ayuda, si la necesita. A mis vecinos les doy lo que me piden, pues puede que algún día yo necesite eso de ellos. Mi dios, cuando lo tenga, no vale más que el de los demás, y mis opciones no son mejores que las de los demás, aunque me gustan más.

    Yo no quiero que nadie muera porque a mí me conviene. Yo no muerdo la mano que me puede dar de comer, no agredo a mi vecino que me puede. Yo no confío en mis primos, que a la hora de la verdad me dan sólo palmaditas en la espalda porque ya les han pegado por culpa mía. Yo no voto a un partido que odia a los vecinos, no pongo en el gobierno a un terrorista, no exijo que me den lo que es de todos sólo porque yo lo vi primero, porque yo llegué primero, cuando el anterior ocupante había sido expulsado por un extranjero. Yo quiero a mis primos. Yo no quiero mal para nadie. Yo quiero vivir sin problemas. No hay dios que merezca que yo mate a mi vecino. Es mía sólo la tierra que yo he comprado. Yo creo en la paz, en la concordia, en el pacto y en la convivencia.

    La tolerancia me hace decir alto y claro que yo no soy palestino.

    El Cairo, a cinco de enero de 2009 (09:10)

    domingo, mayo 31, 2009

    ¿Crisis?

    ¿Crisis? ¿Qué crisis? La culpa era de Aznar. Ahora la culpa es de Bush. La crisis nos viene de fuera. Pero tenemos más paro que todos los países europeos juntos. Algo es la causa de todo esto, claro: los españoles, que votan mayoritariaente a Zapatero. Ahora la crisis nos la comemos con patatas. Cuatro millones de parados. Adiós, Seguridad Social, adiós.

    miércoles, mayo 06, 2009

    Mecanógrafos y escritores

    Mecanógrafos y escritores.

    En una ocasión me afearon la mala dactilografía en uno de mis escritos, de la que era, ciertamente, culpable. Intenté explicarlo, que no justificarlo, en el hecho de que desde siempre hago mis escritos tecleando con los diez dedos. Mi contertulio, seguramente presa de una ira poco explicable, o al menos de una intención vindicativa inconfesable, pasó a enumerarme una serie de escritores famosos de la lengua española y de otras lenguas, incluyendo a varios premios Nóbel, que según decían no tenían ningún reparo en confesar que escribían, que habían escrito sus mejores obras maestras, tecleando con dos dedos. Mi contertulio distinguía, pues, entre mecanógrafos y escritores, como si no se pudiera ser ambas cosas, o como si ser ambas cosas no fuese mejor que ser sólo una de ellas.

    Porque, si damos un paso más atrás en la desinformación y mala praxis, no podría yo condenar tampoco a mi amigo Juan, catedrático de Lengua y Literatura española allá en los años del siglo que terminó, que me confesaba en una ocasión (si bien, hombre prudente, bastante vergonzantemente), que él prefería escribir con pluma estilográfica a utilizar máquina de escribir, porque lo consideraba más humano, más cercano al papel, más reposado, sin agobios y dejando que fluyese su inspiración poco a poco. Poco a poco, fluyese: he ahí dos conceptos que se dan de tortas. Cuando me hablan de fluir, me imagino un río, un río que fluye y no según nos parezca más oportuno: a veces fluye tempestuosamente, formando riada, y otras veces nos obsequia sólo un hilillo que parece que se va a perder. Así la inspiración (que por otra parte es otra de las grandes supercherías de la historia de la Literatura, según dijo el gran E. A. Poe en su interesante ensayo Filosofía de la composición) a veces es lastimosamente escasa, y otras veces cae a raudales, como un enorme río, como el Nilo, que se desbordaba dos veces al año hasta que Nasser consiguió edificar su famosa Presa en Assuán. Pero no hay presas para la inspiración: la que no aprovechas, la pierdes. ¿No te ha pasado nunca, lector, querer decirle algo a alguien, y por haber esperado y no interrumpirle, cuando te ha tocado hablar ya no te has acordado? Eso también es inspiración. Y con dos deditos, por rápidos que sean, no siempre se la puede contener, o al menos verter al lenguaje escrito. Y, debo confesarlo, con frecuencia ni tampoco con los diez, ni con veinte que tuviéramos. Pero considero que diez es cinco veces más fácil y rápido que dos, y veinte sería el doble. Conozco escritores que no escriben, sino que vierten sus pensamientos en una máquina grabadora de la voz (hoy en día ya de mp3, pero en tiempos no tan remotos en grabadoras de cintas de cassette, hoy ya objetos obsoletos) y luego los pasaban, o se los pasaban, a máquina, y más tarde a ordenador.

    Sería una gran necedad distinguir tanto a los escritores y a los mecanógrafos que los unos no pudieran tener nada de los otros. Un mecanógrafo que ignore las leyes de la prosodia, del estilo y del buen gusto en la escritura sería, ciertamente, un mecanógrafo mediocre, por no decir barato. Un escritor que aún siga escribiendo con pluma de ave no sólo sería risible y ridículo, sino también un gran majadero que pagaría con su enorme lentitud su gusto por tiempos tan pretéritos en que le hubiera costado vivir más de lo que piensa, tanto que quizá nunca hubiera conseguido ser escritor. Porque ¿por qué quedarnos en la inepcia de los dos dedos? ¿Por qué no renunciar al ordenador e incluso a la máquina de escribir, como mi amigo Juan? ¿Por qué no a la pluma estilográfica también, que al fin y al cabo fue una revolución tecnológica sin precedentes para su época? ¿Por qué no quedarnos en la pluma de ave, o incuso en el punzón con que los asirios hacían su escritura cuneiforme? Pues por una razón muy sencilla: porque no somos idiotas.

    Entiendo que para un Premio Nóbel puede ser humillante tener que ir a que le enseñen mecanografía. Pero entenderlo no es justificarlo. Porque es una verdadera lástima que un Premio Nobel escriba una sola obra en el tiempo en que podría escribir cinco. Sí, ya sé que una obra no sale redonda de la mente del escritor (y quien dice lo contrario, y lo ha dicho gente muy ilustre, miente), y luego hay que andar corrigiendo no sólo la dactilografía, sino también los sinónimos, los párrafos, e incluso hacer cambios arquitectónicos en la obra. Sobre todo si es una novela. Y eso es trabajo de oficio, no de genio. Cuando el escritor hace eso, se convierte en mecanógrafo, o se lo da a un mecanógrafo para que se lo haga. Un mecanógrafo no tiene porqué ser escritor, cierto, aunque debería serlo un poco. Un escritor no tiene porqué ser mecanógrafo, cierto, aunque si lo fuera su oficio ganaría mucho. Quizá dedicarle el tiempo que necesita dominar el teclado es algo que está más allá de su tiempo o del esfuerzo que puede o quiere dedicarle. Imaginémonos que un arquitecto no supiera nada de albañilería. Sí, podría hacer grandes edificios, pero se le escaparía algo importante de su profesión. O un ingeniero industrial que no tenga carnet de conducir. Sería un poco contra sentido, ¿no? Pero, a mi juicio, mucho menos en esos dos casos que en el del escritor anti-mecanógrafo. O en el del escritor dos-deditos.

    Que haya ilustres majaderos no significa que la majadería haya que imitarla. Imitémosles en lo que les hace ilustres, que no es escribir a dos dedos, sino en las grandes obras maestras que nos han legado, como Cien años de Soledad y tantas otras.

    Y dejémonos de monsergas.

    lunes, marzo 23, 2009

    Debian

    Hace muchos años me sucedió una cosa muy curiosa cuando conecté mi ordenador: apareció una nota en el centro de mi pantalla que un hácker había dejado para mi. En ella me decía que había estado viendo lo que o tenía en mi disco duro, y que tuviera cuidado que otro hácker con menos buenas intenciones que él podría meterse y hacer daño: borrarme archivos, o hacer que mi ordenador no funcionara, e incluso romperlo físicamente. S el escapó, sin embargo, que menos mal que usa Windows, pues si hubiera utilizado Línux no habría podido.

    Hice averiguaciones sobre qué era eso de Línux, y al final un estudiante universitario amigo de mi hijo vino a casa y me instaló la última versión de entonces de Red Hat, que era la 7. Ahora Red Hat es de pago, pero entonces no lo era. Adando el tiempo hice un curso de Línux, y allí aprendí a utilizar Debian, que no he dejado de utilizar desde entonces, aunque he tenido escarceos con Ubuntu y Suse, y algunas otras distribuciones o sabores de Línux. Todas se basan en lo mismo: un kernel o núcleo del sistema operativo, y una serie de aplicaciones realizadas por diversos programadores a lo ancho de todo el mundo, que se apoyan en dicho núcleo. El núcleo lo creó Linus Torvals, de Finlandia, y la idea matriz de todo el sistema, que los programas informáticos no tienen porqué costar dinero ni ser propiedad de nadie, y de que hay que compartir la información, la idea de la Free Software Fondation (Fundación de Programas informáticos Libres) es de un americano llamado Richard Stallman.

    ¿Qué hace único a Debian? La facilidad de su uso en el momento en que apareció. Antes había que instalar un montón de cosas para que un programa funcionara. Eso no le pasaba a Windows porque el instalador de Widnows hace eso sin que nosotros nos enteremos. Esa es la idea presente en Debian desde que apareció. El propio nombre de Debian es bastante romántico: su creador, que se llama IAN Murdock, quiso rendirle un homenaje a su novia, que se llamaba DEBora.

    Esto no pretende ser un estudio exhaustivo de este sistema operativo, sino simplemente informo de mi experiencia con este sistema operativo. Acaba de salir la versión 5, que corrije muchos errores de las versiones anteriores. Si queréis información más técnica, podéis consultar la página http://www.debian.com. Está en español, por cierto.

    ¿Qué aplicaciones utilizo yo más de este sistema operativo? OpenOfficeWriter, que es un magnífico procesador de textos, y Firefox es mi navegador habitual. También utilizo otros programas ocasionalmente, como GIMP para retocar fotografías o Pidgin para el MSN.

    Pero si no os gusta Debian, existen también otras distribuciones de Línux, como las que os he citado, y Fedora, Mandriva, y muchas más, entre las que me llamó la atención la DSL, Damn Small Linux, o Linux condenadamente pequeño, que cabe en un cd de ocho centímetros. Si queréis más información sobre ella, podéis visitar la página http://www.damnsmalllinux.org/index_es.html.

    Ya me comentaréis lo que os parece Debian.

    sábado, marzo 21, 2009

    Las cuatro libertades.

    La cuatro libertades.

    Richard Stallman era programador en el laboratorio de Inteligencia Artificial del famoso MIT (Instituto Tecnológico de Massachusets) en los años setenta del siglo pasado. Utilizaba un ordenador llamado VAX y una impresora de las llamadas de margarita porque el elemento que hacía la impresión final sobre el papel recordaba, por su forma, a esa flor, la margarita. En una ocasión descubrió que esa impresora no funcionaba como él quería, y les pidió a los que le habían enviado el controlador de la impresora que hicieran un cambio para que le permitiera hacer lo que él quería. Le dijeron que tomaban nota y que ya se le comunicarían cuando estuviera, y se lo enviarían contra el pago de su valor, claro. Pero él no podía esperar, y les propuso que él mismo podía escribir ese controlador, siempre y cuando ellos le enviaran el código fuente, o sea, el programa escrito con una sintaxis que los humanos podemos comprender, y que luego sería traducido al lenguaje de los ordenadores mediante un programa especial llamado compilador. Pero le dijeron que no podian acceder a sus deseos porque el programa estaba registrado y tenía derechos de copia y sólo ellos podrían hacer eso.

    Richard Stallman no aceptó esa respuesta: estudió la máquina, y se las apañó para escribir un programa que la hacía funcionar como eĺ quería. Hizo más cosas: registró el nuevo programa a su nombre, y luego lo publicó. Además garantizó a todo el mundo el derecho a cambiarlo, mejorarlo, copiarlo y distribuirlo libremente, siempre y cuando su nombre apareciese en él como su creador.

    Al hacer eso estaba definiendo las cuatro libertades que todo usuario de programas de ordenador debería tener:

    1. Compartirlos

    2. mejorarlos

    3. copiarlos

    4. distribuirlos

    En otro lugar del mundo, Finlandia, un adolescente llamado Linus Torvals estaba creando un programa que podía enlazar el cerebro del ordenador, que llamamos vulgarme microchip, a otrros programas que hacen que los ordenadores hagan algo útil, como escribir un texto, imprimir fotos o editar vídeos o sonido. Cuando lo terminó llamó a su programa núcleo (kernel en inglés), y junto con otros programas dio lugar a lo que se llama un sistema operativo para ordenadores que se llama actualmente Línux.

    Este sistema operativo honra las cuatro libertades definidas por Richard Stallman y se utiliza en todo el mundo hoy en día. Tú también lo puedes utilizar, si tienes ordenador.

    Cada conjunto de programas que se presentan junto con este núcleo es lo que se llama una distribución, y las más famosas de ellas son Debian, Suse, Ubuntu, Fedora, o DSL, aunque hay muchas más que se pueden descargar, todas ellas, completamente gratis desde internet, o instalar desde los DVDs o Cds con que se acompañan diversas revistas de informática, como Linux-Magazine, por ejemplo.

    Este artículo ha sido íntegramente escrito con el procesador de textos Open Office Writer y la distribución Suse 11.1 de Línux, pero se podría haber escrito con cualquier otra. También se podría haber escrito con otros procesadores de texto, como el excelente Emacs que escribió Richard Stallman y que se sigue mejorando día a día por miles de programadores en todo el mundo y que sigue siendo de acceso libre para todos, o también con algún procesador de texto, como WinWord que utiliza Windows, que es el más conocido –pero no el único-- de los sitemas operativos privativos, así llamados porque las cuatro libertades que hemos enumerado pertenecen exclusivamente al dueño del sistema y de los programas relacionados, en el caso citado Bill Gates, el hombre más rico del mundo. Porque no me parece ético hacer aún más rico al hombre más rico del mundo, hace años que dejé de utilizar Windows, y me pasé a Línux, cosa que os recomiendo por higiene moral y solidaridad con los programadores que día a día se esfuerzan por conseguir un mejor sistema operativo sin buscar un incentivo económico. Cierto, algunas empresas comerciales, como Novel, Red Hat o Canonical, cobran por Línux, pero o bien facilitan de todas formas una versión gratuita de su producto (como OpenSuse y Fedora), o bien cobran única y exclusivamente por el servicio técnico. Por todo lo que os he contado, reconoceréis que Línux es revolucionario. Es, además, un grito del individuo contra el monopolio de los plutócratas.

    Espero vuestras colaboraciones, si creéis que me he dejado algo en el tintero, o he exagerado en algo. O simplemente vuestras opiniones.