Los límites de la tolerancia

lunes, marzo 23, 2009

Debian

Hace muchos años me sucedió una cosa muy curiosa cuando conecté mi ordenador: apareció una nota en el centro de mi pantalla que un hácker había dejado para mi. En ella me decía que había estado viendo lo que o tenía en mi disco duro, y que tuviera cuidado que otro hácker con menos buenas intenciones que él podría meterse y hacer daño: borrarme archivos, o hacer que mi ordenador no funcionara, e incluso romperlo físicamente. S el escapó, sin embargo, que menos mal que usa Windows, pues si hubiera utilizado Línux no habría podido.

Hice averiguaciones sobre qué era eso de Línux, y al final un estudiante universitario amigo de mi hijo vino a casa y me instaló la última versión de entonces de Red Hat, que era la 7. Ahora Red Hat es de pago, pero entonces no lo era. Adando el tiempo hice un curso de Línux, y allí aprendí a utilizar Debian, que no he dejado de utilizar desde entonces, aunque he tenido escarceos con Ubuntu y Suse, y algunas otras distribuciones o sabores de Línux. Todas se basan en lo mismo: un kernel o núcleo del sistema operativo, y una serie de aplicaciones realizadas por diversos programadores a lo ancho de todo el mundo, que se apoyan en dicho núcleo. El núcleo lo creó Linus Torvals, de Finlandia, y la idea matriz de todo el sistema, que los programas informáticos no tienen porqué costar dinero ni ser propiedad de nadie, y de que hay que compartir la información, la idea de la Free Software Fondation (Fundación de Programas informáticos Libres) es de un americano llamado Richard Stallman.

¿Qué hace único a Debian? La facilidad de su uso en el momento en que apareció. Antes había que instalar un montón de cosas para que un programa funcionara. Eso no le pasaba a Windows porque el instalador de Widnows hace eso sin que nosotros nos enteremos. Esa es la idea presente en Debian desde que apareció. El propio nombre de Debian es bastante romántico: su creador, que se llama IAN Murdock, quiso rendirle un homenaje a su novia, que se llamaba DEBora.

Esto no pretende ser un estudio exhaustivo de este sistema operativo, sino simplemente informo de mi experiencia con este sistema operativo. Acaba de salir la versión 5, que corrije muchos errores de las versiones anteriores. Si queréis información más técnica, podéis consultar la página http://www.debian.com. Está en español, por cierto.

¿Qué aplicaciones utilizo yo más de este sistema operativo? OpenOfficeWriter, que es un magnífico procesador de textos, y Firefox es mi navegador habitual. También utilizo otros programas ocasionalmente, como GIMP para retocar fotografías o Pidgin para el MSN.

Pero si no os gusta Debian, existen también otras distribuciones de Línux, como las que os he citado, y Fedora, Mandriva, y muchas más, entre las que me llamó la atención la DSL, Damn Small Linux, o Linux condenadamente pequeño, que cabe en un cd de ocho centímetros. Si queréis más información sobre ella, podéis visitar la página http://www.damnsmalllinux.org/index_es.html.

Ya me comentaréis lo que os parece Debian.

sábado, marzo 21, 2009

Las cuatro libertades.

La cuatro libertades.

Richard Stallman era programador en el laboratorio de Inteligencia Artificial del famoso MIT (Instituto Tecnológico de Massachusets) en los años setenta del siglo pasado. Utilizaba un ordenador llamado VAX y una impresora de las llamadas de margarita porque el elemento que hacía la impresión final sobre el papel recordaba, por su forma, a esa flor, la margarita. En una ocasión descubrió que esa impresora no funcionaba como él quería, y les pidió a los que le habían enviado el controlador de la impresora que hicieran un cambio para que le permitiera hacer lo que él quería. Le dijeron que tomaban nota y que ya se le comunicarían cuando estuviera, y se lo enviarían contra el pago de su valor, claro. Pero él no podía esperar, y les propuso que él mismo podía escribir ese controlador, siempre y cuando ellos le enviaran el código fuente, o sea, el programa escrito con una sintaxis que los humanos podemos comprender, y que luego sería traducido al lenguaje de los ordenadores mediante un programa especial llamado compilador. Pero le dijeron que no podian acceder a sus deseos porque el programa estaba registrado y tenía derechos de copia y sólo ellos podrían hacer eso.

Richard Stallman no aceptó esa respuesta: estudió la máquina, y se las apañó para escribir un programa que la hacía funcionar como eĺ quería. Hizo más cosas: registró el nuevo programa a su nombre, y luego lo publicó. Además garantizó a todo el mundo el derecho a cambiarlo, mejorarlo, copiarlo y distribuirlo libremente, siempre y cuando su nombre apareciese en él como su creador.

Al hacer eso estaba definiendo las cuatro libertades que todo usuario de programas de ordenador debería tener:

  1. Compartirlos

  2. mejorarlos

  3. copiarlos

  4. distribuirlos

En otro lugar del mundo, Finlandia, un adolescente llamado Linus Torvals estaba creando un programa que podía enlazar el cerebro del ordenador, que llamamos vulgarme microchip, a otrros programas que hacen que los ordenadores hagan algo útil, como escribir un texto, imprimir fotos o editar vídeos o sonido. Cuando lo terminó llamó a su programa núcleo (kernel en inglés), y junto con otros programas dio lugar a lo que se llama un sistema operativo para ordenadores que se llama actualmente Línux.

Este sistema operativo honra las cuatro libertades definidas por Richard Stallman y se utiliza en todo el mundo hoy en día. Tú también lo puedes utilizar, si tienes ordenador.

Cada conjunto de programas que se presentan junto con este núcleo es lo que se llama una distribución, y las más famosas de ellas son Debian, Suse, Ubuntu, Fedora, o DSL, aunque hay muchas más que se pueden descargar, todas ellas, completamente gratis desde internet, o instalar desde los DVDs o Cds con que se acompañan diversas revistas de informática, como Linux-Magazine, por ejemplo.

Este artículo ha sido íntegramente escrito con el procesador de textos Open Office Writer y la distribución Suse 11.1 de Línux, pero se podría haber escrito con cualquier otra. También se podría haber escrito con otros procesadores de texto, como el excelente Emacs que escribió Richard Stallman y que se sigue mejorando día a día por miles de programadores en todo el mundo y que sigue siendo de acceso libre para todos, o también con algún procesador de texto, como WinWord que utiliza Windows, que es el más conocido –pero no el único-- de los sitemas operativos privativos, así llamados porque las cuatro libertades que hemos enumerado pertenecen exclusivamente al dueño del sistema y de los programas relacionados, en el caso citado Bill Gates, el hombre más rico del mundo. Porque no me parece ético hacer aún más rico al hombre más rico del mundo, hace años que dejé de utilizar Windows, y me pasé a Línux, cosa que os recomiendo por higiene moral y solidaridad con los programadores que día a día se esfuerzan por conseguir un mejor sistema operativo sin buscar un incentivo económico. Cierto, algunas empresas comerciales, como Novel, Red Hat o Canonical, cobran por Línux, pero o bien facilitan de todas formas una versión gratuita de su producto (como OpenSuse y Fedora), o bien cobran única y exclusivamente por el servicio técnico. Por todo lo que os he contado, reconoceréis que Línux es revolucionario. Es, además, un grito del individuo contra el monopolio de los plutócratas.

Espero vuestras colaboraciones, si creéis que me he dejado algo en el tintero, o he exagerado en algo. O simplemente vuestras opiniones.

viernes, marzo 20, 2009

La maestra pringada

Michelle Pfeiffer es una gran actriz a la que admiro mucho desde hace años. No me gustó en Dangerous Minds, pero sí me gustó en Batman Returns, cuando hizo de mujer gato. Y con Jack Nicholson y James Spader en Lobo. Y en tantas otras películas, tantas otras mujeres a las que dio vida, casi todas adorables. Menos la maestra pringada de Mentes peligrosas, que se lleva el trabajo a su vida, y su vida es el trabajo, dando una versión romántica y falsa del docente. Porque a menudo olvida la gente que el docente es una persona de carne y hueso que debe ejercer una función difícil y complicada, pero no tanto como la que se le supone desde fuera de la profesión. Se le llama educador erróneamente. No, no se puede educar con las pobres herramientas de que se les dota, sino que en el mejor de los casos un docente es un mero instructor que dice al alumno que quiere aprender qué es lo que tiene que hacer para poder conseguirlo. Pero el profesor no necesariamente hace aprender, sino que enseña. Aprender es cosa del alumno. Enseñar sirve para que el que quiera aprender, pueda hacerlo. Por eso la enseñanza sobra cuando el alumno no quiere. Recuerdo cuando, no hace tantos años, al niño que no quería aprender se le castigaba. Pero ahora los castigos son torturas. Hasta si le riñes al niño es una tortura psicológica. Con tanta memez por parte de los legisladores estamos asistiendo a la formación de una sociedad de bebés de edad madura que no saben nada de nada, y se ofenden cuando se encuentran con alguien que sí sabe algo y le llaman prepotente porque cuando ellos estaban haciendo el vago en lugar de los deberes, o follando en lugar de trabajando, los prepotentes pasaban las noches en vela estudiando o realizando trabajos y redacciones en uno o más idiomas, pues para ellos el trabajo de todos los días es algo serio, algo que hay que defender y cuidar porque les va a capacitar para tirar del carro en lugar de ir a remolque de él. Y eso les convierte en caballos en un mundo de chacales que están esperando a que el noble bruto caiga para alimentarse a su costa. O ratas. Ratas que sólo saben decir ¡iiih! en tono monocorde en lugar de la rica gama sonora del relincho del caballo o incluso del rebuzno del asno que, yendo de una a otra vocal, proclama que el trabajo es más noble y útil que el de la rata. O del chacal. O el de la hiena, que ríe estúpidamente nientras se llena la boca de cosas putrefactas. Pero no hay que preocuparse. Siempre vendrán caballos de Alemania. O de China. O de Méjico, que el mundo es muy grande. Michelle Pfeiffer no padeció nuestro sistema educativo, por suerte para ella. Es una mujer con un gran sentido de lo práctico: No me interesa, dijo, internet. Sólo si puedo demandar a alguien.